El clima suele ser ese pretexto que utilizamos desesperadamente para romper el silencio cuando debemos compartir el ascensor con viej@s decrépit@s que hacen ruido con los dientes postizos, o bien con vecin@s jóvenes e intrigantes a quien nos gustaría conocer (lo que no es nuestro caso, ya que carecemos de suerte y/o de vecin@s jóvenes).
“¡Que frio!”, “¿vio cómo llueve?”, etc., son algunas de las frases más estúpidas que se le conocen al género humano, y no mejoraran jamás.
Por eso, y con la coherencia que nos caracteriza, este blog se propone hablar del clima.
¿Vio como llueve? Bueno, entonces trate de no salir de la cama, o esté preparado para cualquiera de estos 3 escenarios.
Escenario 1
Usted abre la persiana: llueve a cántaros. Usted se deprime. Se dirige al sucucho lleno de porquerías que denomina escritorio y prende la PC para comenzar su día laboral.
No le funciona Internet. Usted se deprime aun más.
Espera un rato. Se toma un café cargado con tres medialunas. Vuelve: internet sigue caído.
Con desesperación empieza a caminar por la casa buscando robarle la señal inalámbrica a algún vecino bondadoso. No tiene éxito.
Su depresión se convierte en congoja: usted se da cuenta que la compañía que le brinda Internet, además de ser una bazofia, lo está obligando a salir de su casa (o ese sucucho roñoso que usted denomina casa)
Usted sale, vestido como un refugiado bosnio. Se moja, mucho.
Entra al primer bar que encuentra con wifi (como vive en un barrio demasiado residencial, ese bar está a diez cuadras.)
Pide un café. Prende la PC. Internet no anda.
“Ah, es por la lluvia”, le dice el mozo, mirando por la ventana en lontananza.
Su depresión se convierte en ira.
“¿Y no me podías decir antes?”
“Es que andaba hasta recién eh.”
Cuando, tres horas después, usted puede conectarse a Internet, recibe un mail con una oferta de trabajo que podría cambiar su miserable existencia. Pero, lamentablemente el tiempo para enviar la aplicación terminó hace 2 hs.
Usted termina el día en la sala de guardia al intentar cortarse las venas con una galletita de agua.
Escenario 2
Usted abre la persiana: llueve a cántaros. Usted se deprime.
Se viste como un refugiado bosnio porque no quiere ensuciar su mejor ropa (las únicas dos prendas decentes que tiene en el placard y que usa para los casamientos y funerales).
Toma un colectivo/tren atestado de humanoides sudorosos y mojados por la lluvia. Llega a su lugar de trabajo (o ese edificio infecto que denomina oficina). Todos están con cara de culo. Usted se deprime aun más.
A su jefe no se le ocurre mejor idea que mandarlo al centro “a hacer unos trámites urgentes”.
Su depresión se convierte en ira.
Usted sale. El centro está repleto de humanoides descerebrados que nunca aprendieron a usar un paraguas. Además de su estupidez supina con el elemento, todos caminan debajo de los techos.
Suena el teléfono celular. Es su jefe que le pregunta algo por mensaje de texto.
Usted siente cómo la vena principal del lóbulo frontal late rítmicamente.
Empieza a contestar el mensaje de texto mientras sortea los obstáculos que se le ponen en el camino (puntas de paraguas, baldosas rotas, taxistas demasiado enérgicos, etc).
Cuando está terminando, levanta la cabeza y un homúnculo aparaguado lo lleva por delante.
Usted termina el día en la sala de guardia con un ojo menos. (Y luego lo echan por tuerto, aunque su jefe aduce que el problema siempre fue su desempeño laboral.)
Escenario 3
Usted abre la persiana: llueve a cántaros. Usted se deprime.
Decide que lo mejor es ir a trabajar con el auto (usted nunca fue de tomar las decisiones más acertadas).
Hace dos cuadras y se detiene en un atascamiento de tránsito.
Aprovecha para prender la radio y conectar su teléfono celular al “blu tut”, como usted denomina al sistema de manos libres.
El locutor le anuncia que debido a los 15 mm de lluvia que cayeron en cinco segundos la mitad de la ciudad se encuentra inundada y hay demoras de tres a cuatro horas en todas las avenidas y calles principales.
Esto lo escucha a medias debido a que los humanoides que conducen los autos a su alrededor tocan bocina ininterrumpidamente.
Su depresión se convierte en ira.
Suena el teléfono. Es el cliente principal de su empresa que le pide una reunión para hoy mismo porque tiene un negocio importantísimo para ofrecerle.
Usted le anuncia que está atascado en el tráfico, pero hará todo lo posible por llegar.
A los cincuenta minutos usted hizo dos cuadras. La sinfonía bocinezca continúa.
Avanza unos metros y queda atrapado en una intersección. Los bocinazos aumentan y le están especialmente dirigidos. Escucha algunos insultos.
Entonces vuelve a sonar el teléfono. Es su cliente que le hace una pregunta.
Las bocinas no lo dejan escuchar bien. Usted grita. Su cliente grita que no lo escucha.
Entonces, ya harto, baja la ventanilla e insulta al condutor que tiene al costado y que lo está dejando sordo.
Su cliente, que ahora lo escucha perfectamente, lo manda a cagar.
Usted sale del auto a los gritos y sufre un paro cardiaco. El conductor medio tarado que le tocaba bocina llama al 911.
Usted termina el día muerto en la sala de guardias. Es que la ambulancia no pudo llegar a tiempo… por la lluvia.
4 comentarios:
este será el texto del decreto. y sino, que dios y la patria me lo demanden!
¿Para cuándo un post dedicado exclusivamente al estilo "bosnian refugee" que la rompe entre los teletrabajadores?
MyN: un gusto colaborar con la futura presidenta.
perez tiene usted razón! la comisión de redacciones ya está trabajando sobre el tema.
(Nos pusimos burocráticos, ahora que somos asistentos de MyN en su carrera presidencial y decretista)
Juas como me suenan algunas de esas escenas. Saludos
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