Hace unos días leí una nota en la que intelectuales y estudiosos del comportamiento humano y sus adyacencias respondían una pregunta: ¿cómo cambió internet tu forma de pensar?
Como sabemos, nadie vendrá a hacernos esa pregunta a nosotros, que con suerte manejamos la regla de tres simple. Entonces decidí responderla sin necesidad de que nadie preguntara.
¿Cómo nos cambió internet?
Veamos:
1- La interrupción es la madre del borrego
(Y sí, el borrego es usted)
No importa lo que uno esté haciendo, ni la importancia que esto posea, estará destinado a interrumpirlo un millón y medio de veces para prestarle atención al otro millón y medio de pestañas que tiene abiertas.
Su vida puede depender de ese mail que le está redactando al jefe, y que antes escribía de un tirón.
Ahora, la tentación es más grande, y en el medio, revisa cuentas de correo, chatea por msn, lee el diario, los feeds, y de paso, el tratado sobre la evolución de la especies de Mirtha Legrand.
No sabemos cómo, pero de pronto todo es importante, y urgente, y necesario.
Todo, excepto eso que había comenzado. Y que sólo volverá a su mente cuando sea echado a la calle de una patada.
2- Todo resulta demasiado largo
(Estamos hablando de internet, no se ponga tan contento)
Producto del apartado anterior, uno puede hacer doscientas cosas al mismo tiempo, mientras cada una le lleve milésimas de segundo.
Por ejemplo, uno puede leer 5 o 6 diarios, y hacerse el interesante en las reuniones comentándoselo a sus conocidos.
Sin embargo, "leer el diario" es un eufmemismo que significa recorrer los títulos, detenerse en alguna bajada y seguir adelante.
Un texto de una carilla le parece exagerado, aunque intente explicar el origen del universo: con dos o tres conceptos básicos es suficiente, o mejor, con una infografía.
3- Opinar es lo primero. Saber es accesorio.
Y por último, y como consecuencia de lo anterior, usted se ha convertido en el entrevistado perfecto para los movileros de los noticieros de la TV.
Como "lee" seis diarios, 40 blogs y otros tantos medios, se siente capacitado para hablar casi de cualquier cosa.
En realidad no sabe un pito de ninguna, pero eso es lo de menos.
Porque si su interlocutor descree de sus palabras y cuestiona sus fuentes de información, usted, muy orondo, responderá con la famosa frase "estoy seguro que lo leí en algún lado"... ¡y asunto resuelto!
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