julio 13, 2010

La costurerita que dio el buen paso

Muchas veces, frente al incontenible (?) avance de la ciencia y la tecnología uno se pregunta, ¿cómo es que ciertos aspectos de la vida atrasan tanto?
Por ejemplo, ¿cómo es posible que el dentista todavía use elementos parecidos a los de sus colegas del siglo XVII? ¿A nadie se le ocurrió hacer un torno silencioso o un aparato de ortodoncia que no nos haga parecer perfectos imbéciles?
No, todavía no. 
Pero no hay que perder las esperanzas, porque todavía quedan inventores. Esos humanoides que utilizan sus cerebros con fines productivos (no como uno) y con el objetivo de mejorar nuestras miserables existencias. 
Hoy, me encontré con un invento tan simple, que no sé cómo cuernos no se le había ocurrido a nadie antes. 
Todos, alguna vez, hemos pasado (o visto a otro pobre humanoide pasar) por la penosa situación de enhebrar una aguja. El hilo se tuerce, se despelucha, pasa por al lado del agujerito como riéndose de nuestra torpeza... 
Hasta hoy. Ya no más agujas rebeldes. Coser un botón será casi tan simple como pedir que lo haga otro, porque a una señora inventora se le ocurrió fabricar una aguja que puede enhebrar hasta un niño (o incluso usted).
Ahora no tiene excusas. Vaya y cosas esas medias, que se le ven todos los dedos, ¡caracho!


 

1 comentario:

Petu dijo...

Me recordó a una frase de Homero: "Científicos, pueden llevarme a la luna pero no pueden hacer que mis pies huelan bien" (o similiar)