Siempre me gustó escuchar radio, y siempre me gustó escuchar música. Que no es lo mismo pero podría parecerse.
Primero sólo podía hacerlo en el minicomponente que presidía el living de mi casa. Un Aiwa cuadradito y sin pretensiones que sabía cumplir su función (y que, contradiciendo todo lo que dijimos en el post anterior, ¡todavía anda!).
Luego me regalaron un radioreloj.
Y una navidad, seguramente hartos de mis ruegos, mis progenitores decidieron hacerme un regalo que recordaré toda la vida: mi primer walkman.
Era rojo. Tenía menos diseño que un ladrillo (es más, se parecía mucho a uno).
Era marca pichulito. Por lo tanto no era walkman. Tenía pasacasette y radio. Se quedaba sin pilas a los dos minutos de ser usado.
No tenía nada de portable. Era muy molesto de llevar a cualquier lado, simplemente porque era gigante.
Pero yo, lo amaba.
Ayer volvió a mi mente y hoy quiero recordar con enorme cariño a ese mamotreto que me acompañó durante muchos días y noches.
Y aunque después fue reemplazo por uno más moderno, con sintonizador digital y todo el piripipí, mi ladrillo musical, siempre será el primero.
5 comentarios:
Mate! Nueva similitud parental: mi primer walkman fue rojo y ladrillezco. Sería que todos eran iguales por la época?
m
No sé... quizás nuestros progenitores frecuentaban las mismas "casas del ramo."
O quizás aquí (tercer mundo) llegaban sólo partidas de ladrillos musicales.
eran rojos y grandotes!
marcaron toda una época
Jajaja, yo también tenía ese en casa! en realidad, era de mi padre, y era EL walkman, que tenía que pedirlo prestado y era como que te presten la pistola (!), lo tenías que usar con mucho cuidado, agarrándolo con las dos manos.
¡Qué excelencia de aparatejo!
Bueno, parece que el ladrillo musical fue un verdadero éxito en algún momento (que no vamos a precisar para hacernos las jóvenes, ja)
besos!
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