La información es poder. Lo dijo alguien del que desconozco la identidad, pero seguramente sabía muchas cosas.
Hoy en día, gracias a los adelantos tecnológicos podemos llevar de un lado a otro toneladas de información, sin siquiera notarlo. Y no, no la hemos alamacenado en el cerebro, órgano al que cada día le damos menos uso por antiguo.
La información va guardada en dispositivos tan minúsculos como una memoria SD, pendrives, discos virtuales, discos externos y muchos etcéteras.
Recuerdo que hace unos años 1M de cualquier cosa era una cifra astrónómica que hacía implotar las casillas de mails o los discos duros de las pc's. Hoy nos parece una pavada.
Por ejemplo, los mensajes de esos homúnculos que gustan de enviar powerpoints con fotos de cachorros de foca apaleados no bajan de los 2 o 3 megas. Y aunque uno los insulta en sánscrito, no constituyen un peligro para la salud de nuestras casillas.
El problema es que el aumento de la capacidad de almacenamiento, es inversamente proporcional a la utilización del sentido común por parte de algunos cibermensos.
Ahora resulta que debemos soportar a un nuevo tipo de humanoide, quien cree que enviar 40 megas en fotos (pedorrísimas) a una cuenta de correo es lo más normal del mundo.
Quisiera comunicarte, pedazo de asocial del tráfico de información, que mi casilla no es un basural donde vos podés tirar las 300 fotos que te sacaste en la cena de fin de año y querés compartir con el resto del equipo.
Para someter al mundo a un repaso exaustivo de tu vacuidad existencial ya existe FB.
Y para terminar, ayer me hice poseedora de un disco externo de un Terabyte. O sea 1000GB.
O sea, estoy guardando demasiada basura. Leo esa cifra y me dan ganas de llorar (no sólo por lo que ha avanzado la ciencia, sino porque en algún momento voy a tener que ordenar esa cantidad inhumana de información).
Y a la vista de ese aparato, no más grande que un libro, me agarró la nostalgia, y me acordé de esto:
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