Estaba llegando el mundial y repentinamente notaste que el televisor que tenías -hacía por lo menos cuatro años- merecía unas vacaciones permanentes. Entonces, atacado por la fiebre deportiva y las dos millones de publicidades existentes, partiste raudo comprar un TV nuevo. Uno que terminarán pagando tus nietos, ya que lo adquiriste en unas cómodas 245 cuotas.
No importa. Pagaste el cable, con su paquete HD y te sentaste cómodamente a hinchar por tu selección.
No hay nada más lindo que ver los partidos como se debe, te dijiste. Con la definición suficiente para notar los vellos nasales de Heinze cuando grita un gol, o comprobar que, no importa cuánta plata gane, Messi tiene una cara de nabo que apesta.
Ahora, con tu nuevo sistema de sonido envolvente, podes disfrutar del canto ancestral de las vuvuzelas como si estuvieras en la mismísima Sudáfrica.
Todo es maravilloso, lleno de color, brillo y detalle.
Hasta el momento en el que, mientras vos notas la hermosa imagen de las briznas de pasto que levanta un botín cuando Tevez patea un tiro libre, tu vecino, ese que tiene un televisor del año 70 y que agarra la señal muñido de una papa y un par de agujas de tejer clavadas encima. Ese troglodita tecnológico, está gritando el gol que vos todavía no viste.
No hay nada más lindo que gritar un gol, porque es un suceso inesperado. Excepto que te lo grite el vecino, y te cague la existencia.
Bienvenido al siglo XXI: el siglo de los adelantos técnicos.
Adelantos que atrasan, por lo menos 3 segundos.
1 comentario:
Jajajjajaj es cierto! Pasa eso y es horribleeeeeeeeeeeee! Te quita gran parte de la emoción
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